jueves, 20 de enero de 2011

UN DÍA DE FURIA POR NO PODER FUMAR

Soy fumador y funcionario, una doble razón por la cual entenderéis rápidamente que estoy jodido. El caso es que me he tomado la libertad de opinar sobre la bien amada ley antitabaco o como coño quiera que la hayan  llamado.

Parto de un hecho básico, como de vez en cuando me da por leer algo, aunque sea la cajetilla de tabaco que tengo entre las manos, ya me he enterado de que fumar es muy malito para la salud, que fumar mata -aunque conozco a un montón de gente que también se muere sin fumar- y todo eso.
También entiendo que puede haber gente que se moleste por el humo, y pareciera que con la habilitación de espacios sin humo, incluso de auténticas peceras para mamiferos lactantes de nicotina sempiternos donde los camareros no tenían que entrar ni a decir buenos días, el problema se hubiera saldado, pero no, así que los pobrecitos de los bares hicieron esas reformas para nada.

Vaya también de antemano que mi simpatía hacia los bares es reducida, hace años que pienso en la incongruencia de que en España no se haya hecho una huelga masiva contra estos establecimientos que nos sablean legalmente, que juegan con unos precios abusivos y unos márgenes desproporcionados. Todo ello, probablemente, se explicará por la alta carga de impuestos, así que habría que ver quién sablea a quién. Pero esto no es el caso.

El caso es que a los fumadores nos han echado a la puta calle, sin más. Hay gente que se propone protestar, pedir firmas para cambiar la Ley y demás pamplinas. La Ley es la ley y te la comes con patatas y punto. Que sea una buena o mala ley es otra cosa, yo, sobre todo, la veo paternalista e hipócrita.
Paternalista porque el Gobierno supone que todos somos retrasados mentales y no podemos hacer nada por nosotros mismos, otro ejemplo que se me viene a la mente es la limitación para circular con el coche. En las autopistas, que representan el 2% de los accidentes de tráfico, ir a 120 km por hora es como ir parado, podrían limitarlo a 80 km por hora, así ese 2% bajaría un poquito o, mejor todavía, iríamos todos en AVE y RENFE se podría forrar ya sin tapujos. O ir a 30 km por hora en ciudad y en según qué calles, también veo cosas positivas, puedo parar el motor, empujar el coche que probablemente irá más rápido y así ahorro un poco de gasolina, o ir en bici, también iré más rápido y además haré ejercicios.

Hipócrita porque se supone que es por nuestra salud, o eso han dicho algunos, lo que no entiendo es la hipocresía del gobierno, que me prohíbe fumar en casi todos sitios, incluso en algunos espacios abiertos, camino directo al cielo por otra parte, pero que no rechaza cobrarme una tasa de impuestos que financia directamente varios Ministerios. En el año 2009 y según el periódico Finanzas (no he encontrado las cifras exactas del año pasado pero se estiman en unos 10.000 millones ) se ingresaron por los impuestos del tabaco 9,446 millones de euros -sí, la cifra es correcta, la estás leyendo bien-, es decir, el equivalante más o menos a tres ministerios (el presupuesto de Sanidad según Europapress para el mismo periodo fue de 760 millones de euros) o un par de Comunidades Autónomas (el presupuesto del Gobierno de Aragón para el 2010 fue de 5293 millones).

FUMAR POR ZARAGOZA
La zona más crítica de toda Zaragoza para fumar es el delicioso recorrido entre la calle Violante de Hungría y la Avenida Valencia. Para los que no conozcáis Zaragoza, digamos que paro en la parada de autobús de la Escuela Oficial de Idiomas, dejo que pase la gente, incluida la viejecita que se me ha colado antes y enciendo un cigarro, levanto la cabeza y... ¡hostia!, la escuela de idiomas, no hay niños pequeños a los que poder corromper con mi diabólica figura fumando -es bien sabido por todos que la tele los educa mejor y con más corrección política-, no sé, igual me echan la bronca en ruso, qué acojone.
Aprieto el paso sin mirar atrás, como en las pelis, cuando acaban de dar un palo a un banco -ya sabemos que sólo fuman los malos- y se están escapando hacia el coche que unos segundos después no arrancará. Para explicar este extraño hecho de que el coche no arranque, pueden mostrar que la razón es que el conductor, que estaba esperando fumando, ha descargado la batería del coche justo porque se ha encendido un cigarrillo con el encendedor eléctrico del vehículo, así la pedagogía es completa.
El caso es que giro, voy mirando de reojo por si acaso, y de repente me topo con la Facultad de Ciencias de la Salud; la Universidad nada más y nada menos. La uni me ha prohibido fumar en ningún lugar del campus, ni en el estanque de la "city", hasta donde los peces que nunca hubo iban colocados, qué tiempos, madre mía.
Me sigo arriesgando y paso de largo, me creo a salvo, pero de repente -juro que es verdad- el Hospital Clínico, pobrecitos enfermos, ahora sí que ya soy un delincuente arrepentido, estoy por apagarlo, de verdad; me entra mi espíritu programado para respetar la ley y decido cruzar de acera, bueno, así hago mi buena obra de hoy para con el mundo al que tanto estoy dañando: resulta que no puedo, en la otra acera está el colegio Salesianos.
Me paro en mitad de la calle, sé que me quedan unas pocas caladas, con tanta impresión y sentido de culpabilidad no sé si seguir mi rumbo o entregarme en la comisaria de la Policía Nacional de la Avenida de Valencia. Antes apuraré el cigarrillo, ¡así me queme los dedos!, sigo mi camino por la acera del Hospital, no he tenido valor de acercarme a los puros salesianos, y sin embargo: tras el Hospital, un colegio: angelicos, pobrecicos, cómo les hago esto, paso corriendo, ya no fumo, corro, sudo nicotina, 30 metros más adelante aprieto el paso: la Facultad de Educación, qué poca educación la mía.
Por fin puedo arrojar la colilla y llegó a un sitio sin aparentes restricciones, qué mariconada la de Ulises, ya me gustaría verlo en este brete. He llegado, ya no hay zonas prohibidas, he cumplido mi misión, nadie me ha denunciado -o eso creo yo-, lo tengo claro, dejaré la policía para otro día. Entro al bar y pido una caña, eso sí, me la tomo fuera. Es invierno y no tienen la terreza montada, me dicen que si bebo fuera contravengo otra ley, así empezaron Bonnie and Clide me digo y le doy otra calada al cigarrillo.

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