martes, 6 de septiembre de 2011

MISFITS: LA SERIE

No me resisto a recomendar en esta entrada el nuevo número de la revista Quimera, número 332 –de literatura para los que no la conozcan- donde se dedica el mensual a las series de televisión. Si a eso le unimos el interesante libro sobre series de Jorge Carrión, Teleshakespeare, es que algo está pasando en las televisiones con estas producciones.
Y ahora vamos con el comentario de esta serie:

El problema de dar poderes especiales a tus personajes es que hay que justificarlo de alguna manera, y como lo de venir de otro planeta está muy visto, hay que buscar nuevos retos. En estos días vacacionales me he encontrado por casualidad con la serie Misfits (viene a significar inadaptados), que es una rareza por varias razones. La primera porque es de producción británica, algo que no suele me ocurrir. La segunda porque es una serie llena de momentos extraños, precisamente porque los personajes, a nivel global, tienen poderes de diversos tipos.
Cuatro chicos y dos chicas han sido condenados por diversos delitos a cumplir trabajos comunitarios, como es de suponer, hay un poco de todo, el hablador (Nathan, un personaje bastante divertido), el rarito Simon, el sano deportista Curtis, un personaje que no llegamos apenas a conocer por razones que no podemos desvelar y las dos chicas, la atractiva (Alisha) y la barriobajera Kelly (poligonera usando el término tan de moda últimamente). El caso es que los tienen haciendo trabajos para la comunidad, limpiando graffitis, ayudando en una residencia de jubilados, hasta que una extraña tormenta asola la ciudad y un rayo los alcanza, produciendo en ellos diversos cambios.
Así, pueden leer el pensamiento, influir en la conducta de otras personas, hacerse invisibles o producir la lascivia más absoluta si se toca a ciertas personas. Nada de esto es nuevo, por supuesto, la ciencia ficción ha trabajado ya todos estos temas desde diversos ángulos, desde las series de temática sobrenatural como Expediente-X o Fringe (que me encanta y me divierte enormemente); otras series donde se aborda desde un ángulo futurista propio de la ciencia ficción como Caprica o la propia temática de superhéroes como Héroes o Eureka. 
El conflicto –necesario en cualquier serie- es que no sólo son nuestros pequeños convictos los que tienen poderes, sino gran parte de la sociedad que los rodea, y con la que deben enfrentarse a menudo para salvaguardar su secreto, y es que esos poderes pueden ser positivos, pero también al contrario, con lo que la lucha del bien contra el mal está servida. El gran problema y quizá, la mejor virtud de la serie, es que las fronteras entre el bien y el mal apenas están definidas.
Podemos destacar algunos problemas de guión, como que los personajes apenas tengan vida fuera del centro donde cumplen su condena, pese a no estar por obligación allí más que unas horas al día o que apenas conozcamos nada de su biografía, lo que nos daría una mayor profundidad psicológica.
En cualquier caso, una serie entretenida, un poco exagerada si acaso por el lenguaje en exceso soez y por continuas escenas de sexo un poco fuera de contexto y sin aportar nada a la trama, ya he dicho aquí alguna vez que la “carne vende”, y es que donde hay carne hay fiesta.






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