lunes, 15 de junio de 2015

LA MALDITA MAQUINITA: ARTÍCULO DE OPINIÓN

Nuevo artículo de opinión en Bajoaragondigital sobre el final de curso, las consolas, videojuegos y demás modos de perder el tiempo de forma organizada

Pablo Lorente
La maldita maquinita
El curso escolar está a punto de acabar y las prisas aprietan. Como quiera que tenemos tendencia cuasi genética a dejarlo todo para el último momento, los chavales intentan hacer ahora lo que han ido dejando durante todo el último curso. No me cuesta imaginar los gritos desesperados de millones de padres para que los chavales abandonen el hábito de jugar a las maquinitas. Puedo oír los improperios hacia las consolas de todo tipo que escoltan a los televisores, las amenazas con esconder mandos y cables e incluso, las promesas de comprarles una máquina diabólica o una nueva máquina si aprueban todo, con lo que el problema no hará sino aumentar el curso próximo, pero bueno, para eso queda mucho tiempo.
Hace unos días se hacía viral un vídeo en el que un padre de algún lugar de los EE.UU. obligaba a su hijo -John me parece que se llama el muchacho- a destruir con un mallo los dispositivos electrónicos provocadores de su desgracia. El muchacho, entre lágrimas, golpea los cacharros –consolas caras incluidas- con muy poco brío mientras entona como una letanía que no es culpa suya, sino de sus profesores, cosa por todos bien conocida por otra parte, incluso allende los mares.
Las dichosas maquinitas –aquí, como muy bien decía mi querido amigo Gabriel de Cádiz, mis diminutivos en realidad son despectivos- están por doquier y constituyen una plaga de dimensiones bíblicas. Además, adoptan diferentes y nuevas formas, desde ordenadores a consolas pasando por los móviles inteligentes, que como bien saben mis lectores habituales son aparatos idiotizadores de primer orden.
No crea el lector que no juego (hay que saber de lo que se habla) y me engancho como el que más. Desde hace unos meses tengo la última y más moderna consola del mercado y reconozco que me entretiene y me divierte mucho. Pero eso no obsta para saber que si me hubiera llegado años antes, pongamos a los 20 años, no me hubiera sacado una carrera universitaria ni de casualidad.
Y aquí quería yo llegar, todos o casi todos los videojuegos están pensados para enganchar al jugador. El más obvio es el famoso “Candy Crush”, y es que no puedo dejar de pensar que las frutas y golosinas se parecen en exceso a los colorines de las máquinas tragaperras.
Algo mucho más elaborado es el GTA V, ficción de calidad prodigiosa que consiste en robar, matar, conducir, traficar etc. Dejando de lado la vida ficcional que se puede llevar, vida que, por otra parte, podemos compartir on-line con amigos de todo el mundo, el mayor poder adictivo, es que el jugador, poco a poco, mientras va jugando y cuanto más juegue en mayor medida, mejorará su estatus o nivel, con lo que podrá comprar mejores armas, mejores ropas, coches o cualquier cosa que se nos ocurra. Esto es, cuanto más jugamos, mejores jugadores seremos, mayores habilidades adquirirá nuestro otro yo de la pantalla. Además, no solo competimos contra nosotros sino contra nuestros amigos reales o virtuales, por lo que confundir la vida con la ficción no parece muy difícil.
Otra tema es el tiempo a invertir, por ejemplo, ponerse a jugar para una hora no merece la pena, es muy poco tiempo, así que echen cuentas.
Por cierto, el juego mencionado es para mayores de 18 años. ¿Saben los padres que hay recomendaciones por edad para los juegos? ¿Saben los padres del poder adictivo de las maquinitas?

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